Cuándo empecé mi vida cristiana, en plena adolescencia, fue a un retiro espiritual con la comunidad a la que hoy pertenezco por gracia de Dios, fue un hermoso e intenso encuentro con Jesús, a quién no lo conocía mucho, estaba alejado de él, no entendía muchas cosas, a pesar de vivir en un “medio católico”, estudiar en un colegio de sacerdotes, etc. Un tema que me llamó mucho la atención y me pareció muy sugerente, fue la posibilidad de encontrarme conmigo mismo a la vez que me encontraba con Dios. Conocer a Dios y conocerme a mi mismo. En el retiro espiritual, tuve la oportunidad de entender muchas cosas que me estaban sucediendo; porque me sentía infeliz, que era lo que me pasaba y sucedía, desde aquellos días entendí la importancia del conocimiento personal, para conocer a Dios, y ser feliz.
Es un proceso continuo, que nunca acaba, donde la persona vive abierta a descubrirse a sí misma, mediante el constante contacto personal consigo misma. Implica un encuentro personal con sus anhelos y dinamismos más profundos, así como una reconciliación con sus tres dimensiones: la física, la psicológica y la espiritual, y sus tres facultades: inteligencia, afectividad y voluntad.
La persona humana es por su propia naturaleza, unidad bio-psico-espiritual. Unidad Inseparable. El ser humano no es un compuesto, una suma de elementos, es unidad, no son tres naturalezas, ni tres personas, sino una. La dimensión física o corporal, es la que sirve para que la persona pueda manifestarse y expresarse, el cuerpo es el que media entre el mundo y el yo.
En la dimensión psicológica, se encuentra la vivencia interior de la persona, ideas, criterios, emociones, sentimientos, motivaciones, deseos entre otros. Por último, la dimensión espiritual es la que le permite al hombre trascender su naturaleza y es por ella capaz de abrirse al ser supremo. Es el punto de encuentro con Dios y con los valores trascendentales.
En cuanto a las facultades de inteligencia, afectividad y voluntad, hay que decir que la inteligencia es la capacidad cognitiva y las funciones cognitivas como la memoria, la razón, etc. La afectividad es donde están las emociones, sentimientos, pasiones, motivación, ilusión, el amor, el estado de ánimo, etc. Es la capacidad de vibrar interiormente y la capacidad de donación y entrega a los demás. Con respecto a la voluntad podemos decir que es la capacidad de obrar, de hacer cosas. Es la facultad de decidir y ordenar mis comportamientos y conductas.
No es raro que reduzca mi realidad a solo un ámbito o dimensión de mi vida, a una parte de mi realidad o a un solo rol, que termina muchas veces siendo una máscara, esto porque vivo fuera de mí, sin darle importancia al conocimiento personal y al encuentro consigo mismo.
El conocimiento personal surge del encuentro conmigo mismo, e implica un descubrimiento y conciencia de las distintas partes, áreas y dimensiones que conforman mi persona, distintos rasgos o características de personalidad, necesidades, habilidades, pensamientos, ideal de vida, misión, intereses, e incluso defectos, situaciones adversas y heridas afectivas.
Del Castillo (2019) afirma:
“Que una clave fundamental en el proceso de conocimiento personal está en el hecho de mirarse objetivamente, quitarse de la vista los distintos sesgos, filtros o gafas, para dejar que sea la mirada de Dios la que ilumine desde el amor, misericordia, pasa, aceptación y mansedumbre dicho conocimiento personal”.
No es raro que a veces, reduzca mi vida: a mis defectos, vicios, fragilidades o pecados, y que mire mi vida y mi persona, de manera negativa, pesimista y reductiva. Por todo ello es fundamental estar trabajando permanentemente en un conocimiento integral personal.
Dicho conocimiento personal es fundamental para que cada quién crezca continuamente en una recta valoración de sí mismo y en una afectividad madura y sana. El conocimiento personal, la adecuada valoración personal y una afectividad madura, son requisitos fundamentales para vivir una existencia feliz, plena y virtuosa. Tú y yo, estamos invitados a ser felices, a realizar nuestra vida en el amor, ese es el sentido de nuestra existencia, no existimos para estar tristes o solos, vivimos para ser felices en el amor, somos seres trascendentes para la vida, no somos seres para la muerte.
“La palabra felicidad es entonces sinónimo de realización personal o vida lograda que implica un crecimiento y desarrollo en todas las áreas del ser humano”.
(Tomado de las páginas 29 a la 32 del libro “El líder virtuoso y las habilidades para la vida”, Ediciones Paulinas)