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El Hombre como ser siendo-desplegándose

Tú y yo, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, es decir, a participar de la naturaleza divina. Dios es el que ES y vive su unidad divina en un dinamismo de eterna y mutua entrega entre las Personas divinas, un perpetuo despliegue interior de amor, por ello afirmamos que Dios es AMOR.

Sin embargo, no es raro constatar que hoy en día el hombre contemporáneo vive alejado de su ser más íntimo, en un dinamismo de fuga y compensación, de stress activista, de rutina deshumanizante.


No es raro que vivamos fuera de nosotros mismos, inmersos en un mundo globalizado y consumista. Qué importante resulta hacer un alto y pensar en nosotros mismos, reflexionar, cuestionarnos: ¿Hacia donde vamos?, ¿Qué estamos haciendo con nuestra existencia? Dios, que es  SER y AMOR, ha sellado nuestra mismidad con dos dinamismos fundamentales: la permanencia y el despliegue.

El dinamismo de permanencia es el que lleva al ser humano a asegurar la permanencia en el ser  y en la propia identidad. Es un impulso que lleva al ser del hombre a querer permanecer siendo. Tal experiencia, hecha conciencia, no es un elemento aislado, es la constatación de un fundamento que re­mite hacia, que reclama el enraizamiento fundante en aquello a lo que ese dinamismo de permanencia res­ponde, en aquello en que se funda.

La raíz más profunda del ser humano se encuentra en ese dinamismo, que —análogamente— a imagen de Dios es acto —en este caso originado, pero de todas formas acto— portador de un dinamismo teleológico; es decir orientado dinámicamente a su fin, a su perfección y precisamente acto de permanecer siendo lo que es.

¿Qué es Despliegue? Es el dinamismo que lleva al ser humano a desplegar su ser realizando las virtualidades de su naturaleza en el amor y, por tanto, a poner por obra la misión para la cual ha sido creado. El amor signa este dinamismo, manifiesta esa carac­terística de apertura hacia. También está marcado por la teologalidad y, por ello, para ser recto, debe estar en sintonía con la dirección a la que apunta y expre­sar su sublimidad. Así es como se realiza auténtica­mente.

Los dinamismos fundamentales tienen su fundamento en la Trinidad, se sostienen en la Trinidad y tienden a la plena comunión y participación en el amor trinitario.

Estos dinamismos son complementarios, nunca opuestos, y poseen una radical unidad; su unidad se expresa en el hambre de infinito. El que no sabe quién es, no puede amar a plenitud, así como el que fuga o evade la realidad no puede realizarse.

Hoy en día somos invitados a poseer nuestro ser, a ser señores de nosotros mismos, a vivir la virtud, la auto posesión, desplegándonos en el amor y la amistad cotidiana. Vivamos en nuestra vida diaria decodificando adecuadamente nuestros dinamismos de permanencia y el despliegue.

Humberto Del Castillo Drago

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