Cuándo empezamos con la idea del Centro Areté, comenzaron a llegar distintos jóvenes estudiantes de psicología y de otras carreras profesionales, estaban ávidos de aprender muchas cosas. Entendimos a Areté, como una escuela de liderazgo, para muchos de ellos, donde aprendían la visión antropológica cristiana, de la psicologia integral, de psicoterapia de la reconciliación, pero también a trabajar en equipo, a organizar actividades, a sacar proyectos adelante, a elaborar programas, a liderar reuniones, a dar conferencias.En suma a potenciar sus capacidades y habilidades, a conocerse a si mismos, para saber que necesitan aprender más. Siempre me ha parecido hermoso y reconfortante enseñarle a otros, aprender de ellos por supuesto, invitarlos a lanzarse, a ir más allá siempre.
El líder virtuoso tiene un llamado particular, ayudar a los demás a encontrar sus capacidades, dones, talentos, a confiar en ellos, para que encuentren su misión, y puedan desarrollar su potencial como líderes virtuosos.
Es fundamental que cada ser humano que trabaje con nosotros crezca en conocimiento personal, y descubra sus capacidades, y aprenda a creer en él, incluso conociendo sus defectos, fragilidades y debilidades. No es raro que muchas personas no se conozcan a sí mismos, tengan una mirada parcializada y por tanto negativa y pesimista de sí mismos. Son muchos los que necesitan que uno crea y confíe en ellos, que les mostremos el camino, y que los acompañemos en el desarrollo de sus habilidades y cualidades. Es un aprendizaje, que necesita referentes, modelos, un guía seguro. Stephen Covey (1997) en su 8avo. Hábito dice que “el liderazgo consiste en transmitir a las personas su valía de un modo tan claro que estas acaben viéndolas en sí mismas”.
Las personas que están a nuestro alrededor, sean familiares, amigos, subalternos, necesitan descubrir dos cosas fundamentales para emprender el camino del liderazgo.
1ero. Necesitan descubrir la misión que están invitados a desarrollar en este momento de sus vidas. 2do. Necesitan ser conscientes de su valía personal, ¿Por qué valen? y ¿Para qué sirven?, por supuesto que son valiosos y son capaces de ayudar a muchos y emprender grandes cosas.
Estamos ante el descubrimiento de lo que Covey llama la “voz propia”, es la misión, la tarea que tiene para el día de hoy. Saber para que he sido elegido, conocer mi misión, constituye una motivación fundamental para lanzarme a la acción, puesto que viene de lo más íntimo de la persona. Es igual de profundo y motivador que la persona descubra que es valioso, importante, querible, que hay alguien o muchos que creen en él o ella, que lo valoran y lo aman. Definitivamente el descubrimiento de la misión viene de la mano de la valoración personal, porque día a día me descubro y me conozco a mí mismo. Según Havard (2019) “El conocimiento propio y el conocimiento del mundo en que vivimos: esa es la información básica que necesitamos para descubrir nuestra misión”.
(Tomado de las páginas 99 a la 101 del libro “El líder virtuoso y las habilidades para la vida”, Ediciones Paulinas).