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SILENCIO DE PALABRA

El silencio de palabra se puede sintetizar en la frase: “Habla cuando quieras, pero quiere cuando debas”. El silencio no consiste en mero mutismo, sino en reaprender a ejercitar la voluntad para saber hablar y callar en los momentos adecuados, oportunos y correctos, esto implica un señorío de sí mismo, una auto posesión y maestría personal. En el fondo, una libertad para librarnos del automatismo del “hablar por hablar”, entre otros. Se trata de un dominio de la facultad del habla y de la escucha.

Una falta de silencio puede ser tranquilamente el callar cuando en realidad es bueno y oportuno hablar, sea por miedo, timidez, indiferencia o negligencia. La palabra sólo tiene sentido cuando se dirige a un diálogo, cuando busca establecer comunión. Aunque sea con uno mismo.  No menos importante es el aprender a callar cuando corresponde. Forma también parte del silencio de palabra el saber escuchar con atención. La acogida de la palabra del otro es lo que permite el diálogo.

El silencio de palabra, como los otros silencios y virtudes que se están empezando a desarrollar, implican una educación, pedagogía e incluso se puede decir un entrenamiento diario y cotidiano. Se trata de educarse en el hablar correcta y adecuadamente y educarse en el callar y eliminar toda manifestación negativa.

Fray Luis de Granada (1953), en su “Guía de Pecadores”, nos da cuatro criterios para saber cómo ejercer este silencio o maestría personal: Saber lo que se dice (materia), la manera como se dice (el modo), el tiempo en que se dice (cuando), el fin con que se dice (intención). Oscar Tokumura (2021), siguiendo a otros autores, añade un quinto criterio que es dónde se dice (circunstancia), dado que también se está incluyendo la palabra escrita, además de la hablada.

Sobre la materia

Responde a la pregunta ¿Sobre qué se habla? O ¿Sobre qué se va hablar?

Es importante que lo que se diga sea bueno, edificante y verdadero. Es una invitación a pensar en la materia, en el tema, no es hablar por hablar, sin pensar que lo que hablemos edifique o no.

Se está invitado a que el contenido de su hablar sea bueno y edificante. Como dice San Pablo:“No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen (…). Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros” (Ef 4, 29.31).

Siguiendo al Apóstol de Gentes se puede decir que se trata de que lo que digamos sea bueno y haga el bien a quién lo escucha. Es invitación hablar con la verdad y objetividad, evitando la mentira y ambigüedad por diplomacia o respeto humano. Se considera importante también utilizar las palabras en su verdadero y original sentido, ya que no es raro ver como distintas palabras, son mal utilizadas o manipuladas por contextos ideológicos que los transmiten de manera reductiva y distorsionada.

Sobre el modo

El modo de hablar o escribir también es importante en la vivencia del silencio de palabra. Se está hablando de la forma en que la persona se comunica.

Es hablar con claridad, sencillez, objetividad, paciencia y caridad, de manera que el modo contribuya a la buena comunicación y no la entorpezca. Evitar la jerga o las groserías que empobrecen la comunicación o pueden terminar siendo agresivas para la otra persona (Tokumura, 2021).

Sobre el cuándo o tiempo

Hay tiempo para callar y tiempo para hablar” (Ecl 3, 7).

Se trata de entender que hay tiempo para hablar y tiempo para callar, es aprender a discernir cuándo hablo o cuándo hago silencio. En qué momento digo algo, consulto o intervengo. A veces se habla sin pensar, sin reflexionar, guiados por nuestros impulsos o emociones, y luego se ve que no fue el momento oportuno. Una misma palabra dicha a tiempo o destiempo, puede producir distintas reacciones en la persona que lo escucha. El cuándo o el tiempo tiene que ver con el momento para decir algo, para hablar o comentar una idea, opinión o juicio.

Sobre la intención

El hablar o el callar debe estar motivado por la búsqueda del bien según la caridad y el Plan de Dios.  ¿Cuál es la intención por la que digo esto o aquello?, ¿Cuál es el fin, el motivo, el objetivo de hablar o callar?

Se habla para edificar o se habla por molestia, rabia o fastidio. A veces se habla por soberbia o amor propio.

Es muy importante que antes de hablar o callar se sepa qué es lo que se busca. Importante considerar la caridad y la benevolencia, realizarlo con asertividad y desde la empatía; que conduce a pensar y sentir con el otro. 

Sobre la circunstancia o contexto

A la hora de hablar o callar es importante atender al contexto o circunstancia en el que se ejerce el silencio de palabra. Al hablar, se está invitado a considerar si es en un ámbito público o privado, en medio de una actividad o de un estado anímico o emoción disfuncional como puede ser la tristeza, la ira, el miedo o la culpa.

Siguiendo a Tokumura (2021) afirma que

“Esto se aplica también, hoy en día a la palabra escrita o registrada de manera audiovisual. Cuando se usan las redes sociales, es distinto enviar un mensaje privado a una persona que hacerlo en el espacio público al que cualquiera tiene acceso. Hoy que la tecnología lo permite se debe tomar en cuenta lo que se escribe o se filma en un video y en qué foro se difunde” (p. 72).

Se ha dicho que el silencio de palabra, implica aprender hablar y también aprender a callar, para escuchar adecuadamente, con todo nuestro ser: cuerpo, alma y espíritu.

Siguiendo a Polaino (2008) se dice que: “Al mismo tiempo que la persona experimenta la necesidad de hablar -de abrir su intimidad al otro- percibe también la necesidad de que alguien acoja lo dicho por ella y, en consecuencia, la necesidad de escuchar se prolonga en la obligación de acoger lo que el “otro” diga” (pp. 32-33).

Se considera fundamental aprender a escuchar al otro, en las distintas circunstancias de la vida, educándose en el silencio interior, atendiendo al otro con todo nuestro ser, como unidad inseparable. “Escuchar es tomar conciencia de la certeza de que alguien le ha hablado y comprendido; asegurarse de que lo que dijo ha sido aceptado y compartido, de que lo donado a “otro” ha alcanzado su propio destino y, en cierto modo, ya no pertenece sólo a quien habló” (p. 32).

(Tomado del libro Creciendo en la Virtud de la páginas 123 a la 130)

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