Articulo

Salud mental y vida reconciliada

vida reconciliada

1. Introducción: ¿Por qué es importante abordar el tema de la Salud Mental?

Sabemos que el  concepto de salud mental es complejo y difícil de definir, pero somos conscientes de que es un tema crucial en la psicología y para los que hacemos psicoterapia. Por esta razón, desde Areté, tratamos de aportar desde una mirada integral del ser humano.

Iniciaremos definiendo el término salud para la Organización Mundial de la Salud, la cual hace referencia a un supuesto equilibrio funcional de la actividad psíquica que llevaría al “estado de bienestar psicológico”. Ahora, frente a ésto se pueden plantear distintas preguntas o cuestionamientos que se formularán a continuación:

  • ¿En qué consiste el equilibrio de la actividad psíquica?
  • Cuando hablamos de bienestar; ¿Qué es lo que queremos decir?
  • ¿Qué entendemos por actividad psíquica?


Las anteriores preguntas e interrogantes, sólo tratan de aportar un granito de arena al tema que se desarrollará a lo largo de la presente conferencia.
Cabanyes en su libro La salud mental en el mundo de hoy afirma que:


“Al preguntarnos qué es salud mental, lo primero que surge es el contraste con la locura. Es decir, entendemos la salud mental como lo opuesto a la enfermedad mental, a la que tendemos a considerar cono sinónimo de locura. Pero hay también quien considera la salud mental como un bien inasequible o, al menos, muy difícil de mantener. El origen del planteamiento está en subrayar la singularidad de cada persona o en magnificar los factores ambientales: todos tenemos “algo de locos”; es muy difícil gozar permanentemente de salud mental” (p. 27).


Luego de realizar este planteamiento, surgen otras preguntas:

  • ¿Qué es la salud mental?
  • ¿Qué es la enfermedad mental?
  • ¿Solo unos pocos están enfermos, o todos estamos un poco locos?
  • ¿La enfermedad mental es algo que le sucede a la persona o es algo constitutivo de ella?

2. ¿Quién es el hombre?

Sabemos todos que el ser humano es un ser complejo, en él se integran elementos biológicos, psicológicos y espirituales. Serráis, en su libro Madurez psicológica y felicidad, dice que“esos elementos precisan tiempo para desarrollarse con un ritmo propio en cada persona, para alcanzar en cada una un máximo de desarrollo diferente y para interrelacionarse de un modo peculiar en cada individuo” (p. 8).

En este orden de ideas, existen distintas dimensiones en el ser humano. Todas ellas son innegables y ninguna puede ser olvidada. Por ejemplo, la más inmediata es la dimensión biológica. Ésta representa la corporalidad con todas sus características estructurales y funcionales, para constituir la dimensión básica y necesaria en la relación con los demás y con el entorno contextual.

Por otro lado, tenemos la dimensión psicológica, la cual habla de todo lo que llamamos la vida y actividad psíquica de la persona.

Por último, la dimensión espiritual es aquella que hace que el ser humano trascienda en el mundo,  debido a que está invitado a una relación personal con Dios y consigo mismo. Esta dimensión lo hace UNICO E IRREPETIBLE, porque Dios nos creó con una mismidad e identidad propia, llamados a ser imagen y semejanza de Dios y participar de la naturaleza divina.

Hasta aquí la explicación de las tres dimensiones fundamentales del ser humano: cuerpo, psique y espíritu. Ahora vamos a citar a Burgos en su libro Antropología: una guía para la existencia, cuando explica lo siguiente: “El cuerpo se identifica con uno de ellos. La psique comprende la sensibilidad, las tendencias y parte de la afectividad. Y el espíritu comprende parte de la afectividad, el conocimiento intelectual y el yo”. (p. 64, 65).

Ahora, frente a todo esto surge una pregunta:

¿Dónde se ubican las tres potencialidades del ser humano?
¿Dónde se ubican la inteligencia, la afectividad y la voluntad, según una visión trial del ser humano?

Para responder a estas preguntas vamos a dialogar con Xóse Domínguez, en su libro Psicología de la persona:

  • Las capacidades de la persona no son autónomas, es decir, no son meras facultades operativas, sino capacidades de esta persona.
  • Estas capacidades son naturales o adquiridas.
  • Dentro de las naturales vemos la fortaleza física y el temperamento.
  • Al interior de las adquiridas, se encuentran los conocimientos, las virtudes y el carácter.


En todo caso, estas capacidades o potencialidades le han sido donadas desde el nacimiento o bien se le ha dado la posibilidad para adquirir las que son sobrevenidas, y podemos llamar a estas capacidades de la persona, como dones o dote, según Domínguez. Esta dote, este conjunto de capacidades, está estructurada de tal manera que forma un sistema, una estructura. De modo que cada capacidad y característica, afecta a todas las demás, y cada dimensión y potencialidad estánvinculadas a toda la persona o sistema, de acuerdo con Burgos y Domínguez. Así, la persona no tiene cuerpo, sino que es corporal, y las características del cuerpo afectan a la totalidad.
En este sentido, Domínguez, plantea que:

“Todo el pensamiento es sexuado, y también la afectividad. Asimismo, la inteligencia es afectuosa (capta cálidamente la realidad) y mediada corporalmente. Es decir, cada nota característica de la persona es nota de todas las demás, afectando a todas las demás y definiéndose físicamente en función de todas las demás. Cada nota califica y tiñe a todo el sistema. Del mismo modo, diremos que la inteligencia es afectuosa y que la voluntad es inteligente “(p.54, 55).

Juan Manuel Burgos, en su libro Historia de la Psicología, dice que:

“Es importante entender al hombre, a la persona como UNIDAD INSEPARABLE. La psicología, está acostumbrada a “diseccionar” a las funciones personales como entidades autónomas.Se trata de recuperar la mirada integral, holística de la persona, incluso podríamos decir integradora. Todo fenómeno o proceso psíquico lo es de UNA PERSONA, por ende todo problema psicológico o trastorno psíquico es necesario comprenderlo desde la totalidad personal” (p. 89).

También, Domínguez afirma que: “El comportamiento lo es de toda la persona. Y toda dimensión debe ser integrada y personalizada, para que el ser humano no sea un actor de su vida, sino el autor de la misma” (p. 55).


3. ¿Qué es la salud mental?

Empecemos hablando de la salud en general, y luego vamos a profundizar en la salud mental. Así que será necesario reconocer que el concepto de salud ha ido cambiando con el paso del tiempo, y una definición “popular” la considera como vitalidad física exuberante, como ausencia de toda disfunción, haciendo alusión aaquellas personas que “están rebosantes de salud”.

Para los sistemas nacionales de salud y las aseguradoras, la salud viene a ser el estado de eficiencia para desempeñar los trabajos propios del individuo en la sociedad, así una persona sana significa que es apta para el trabajo. Sin embargo, para los médicos y el resto del personal sanitario, salud es la ausencia de limitaciones o de dolencias, sean orgánicas o funcionales.

Ahora, frente al modelo biomédico que impera en la actualidad, se ha propugnado el modelo biopsicosocial, al entender que la salud es también un problema social y político, cuya solución pasa por la participación activa y solidaria de la comunidad. Por ejemplo, la OMS define la salud como “estado de perfecto bienestar, físico, psíquico y social en interacción con el medio y no sólo la ausencia de dolor o enfermedad”.

En este sentido, sería interesante reconocer la dimensión psíquica y el carácter social de la persona y, por otra parte, hacer más énfasis en la promoción de la salud que en la curación de las enfermedades.
En este momento de la historia, se considera todavía a la salud desde una perspectiva individualista y privada. En este sentido, Miguel Ángel Monge, considera que:

“La idea de “completo bienestar”, aparte de considerar una meta inalcanzable y generar varias ilusiones, dilata enormemente el concepto de enfermedad, ya que cualquier bienestar incompleto es considerado como enfermedad: así planteada, esta definición de salud no deja de ser una ingenua utopía de vida sin sufrimiento, de dicha sin dolor, de una sociedad sin conflictos, donde por mucho que se desarrolle la Medicina, dicha salud perfecta seguirá siendo una meta imposible. Además al entrar en la lista de derechos sociales reconocidos, con los relativos deberes del Estado, induce a los ciudadanos a pretensiones o esperanzas desmedidas. Ya hay autores que advierten que la obsesión por la salud y el bienestar-al reclamar del sistema sanitario fines inconsistentes, como la negación del dolor y de la muerte-puede ser peligrosa”. (La Salud Mental, p. 170).


Entonces resulta fundamental recordar que, como ya hemos dicho, el ser humano es una persona, una unidad inseparable, bio-psico-espiritual, que además posee inteligencia, afectividad y voluntad, y esta concepción o idea del hombre, no puede ser extraño a la salud. Es decir, un concepto de salud o de persona sana, no puede ser incoherente con una antropología adecuada y verdadera, porque es fundamental entender al ser humano como íntima unidad substancial de los aspectos corporales, psicológicos y espirituales, sin caer en el biologismo, ni en un falso espiritualismo ni en un reductivo psicologismo.Por este motivo, es importante decir que la salud y la enfermedad son condiciones del Yo en su totalidad y, por tanto, afectan a toda la persona, por ejemplo, las enfermedades físicas que tienen origen en la dimensión psíquica, y sucede también que el curso de una enfermedad depende mucho de los planteamientos ético-morales de la persona. El miedo, por ejemplo, produce disturbios cardíacos; una vida agitada produce en ocasiones úlceras gástricas, etc.

Hablemos ahora del concepto de enfermedad:En el aspecto más común y coloquial la vemos como una afectación de cierta entidad de la integridad o funcionamiento físico y/o psíquico de la persona. También se aprecia como la incapacidad de utilizar todas las energías y facultades que se poseen en cualquier situación, aunque sean difíciles o dolorosas.
Ahora intentemos aproximarnos al concepto de salud mental:

1.      Siguiendo a Monge, diremos que la normalidad psíquica es considerada a veces como expresión de lo que establece el término medio de la población, respecto a la conducta psíquica de la persona. Se basa entonces en un promedio estadístico, que no resulta plenamente válido. Ejemplo: sería como admitir que las caries dentales, siendo tan frecuentes, es un signo de salud.

2.      Salud equivale a ausencia de enfermedad, por lo que una persona que no tenga un trastorno mental diagnosticable y se encuentre libre de síntomas psíquicos molestos, puede considerarse como mentalmente sana. Aquí es importante considerar que la salud mental es algo más que la ausencia de enfermedad, e implica un sentimiento de bienestar y capacidad de ejercer plenamente las facultades físicas, intelectuales y emocionales de la persona.
Los parámetros usados para delimitar la salud mental, suelen ser: ausencia de estructuras psicopatológicas; integración armónica de los distintos rasgos de la personalidad; percepción de la realidad sin distorsiones; adaptación adecuada de la persona al entorno y a los distintos conflictos y circunstancias de su vida. En cambio, para definir la enfermedad mental es necesario valorar los síntomas clínicos, el modo evolutivo y la perspectiva sociocultural en que está inmerso cada ser humano. Por lo que, en conjunto, suele considerarse que todas las enfermedades mentales tienen tres notas comunes: estar determinada o acompañada por un trastorno corporal; llevar consigo una reducción de la libertad psicológica; manifestarse por estructuras vivenciales anómalas.


En el libro La Salud Mental y sus cuidados, Cabanyes establece que:

“La definición de salud mental exige delimitar los ámbitos de normalidad, para poder identificar el traspaso al ámbito de lo anómalo como indicativo de psicopatología. De esta manera, el concepto de normalidad señala la calidad o condición de normal. Por su parte el término “normal”, en sus acepciones aplicables a la salud, hace referencia a lo esperado en razón de la naturaleza y de dónde se deriva la norma. Por lo tanto los conceptos de normal y normalidad en la salud mental tienen una estrecha e inseparable conexión con la naturaleza humana, con lo que la persona es, en cuanto a sus operaciones, con los determinantes impuestos por ser lo que es: una unidad sustancial de materia y espíritu, de biología y psique, donde ambos aspectos se condicionan recíproca e intrínsecamente” (p. 112).

Al hablar de normalidad, es necesario considerar siempre que es una UNIDAD INSEPARABLE, siendo un error también, el hecho de pretender delimitar su ámbito al margen de esta consideración. Por lo que esta premisa permite no confundir las imperfecciones y limitaciones con la enfermedad, ni dar carta de normalidad a lo que son enfermedades. Por esta razón, Cabanyes afirma que la salud mental es “la armonía personal que lleva a una adecuada interacción interpersonal y al desempeño de actividades que permiten acercarse suficientemente a las metas propuestas, enriquecido y enriqueciéndose” (p. 114).

Así que la salud mental parte del equilibrio de las funciones psíquicas, pero se proyecta hacia los logros en el contexto de la relación social, trascendiendo lo meramente conductual y fáctico, para recalcar la exigencia de un crecimiento personal y un fruto en el entorno. También la salud  mental es algo dinámico, no es un estado. Es decir, es algo que se va haciendo, que se va logrando, conforme se logra la armonía sobre las disonancias.
Por otro lado, la salud mental tiene tres grandes condicionantes: la neurobiología, la personalidad y los factores ambientales. Entre estos tres hay una marcada interacción multidireccional, debido a que cada uno de ellos ejerce grados variables de condicionamiento sobre la salud mental; y lo hacen en diferente medida a lo largo del ciclo vital y en las distintas situaciones en las que se encuentra la persona. El mismo Cabanyes en otro libro suyo, dice que “la salud mental es el amónico equilibrio entre las diversas funciones psíquicas, que permite una buena interacción y comunicación con los demás, y afrontar las situaciones enriqueciendo y enriqueciéndose” (p. 73).

De esta manera, es importante entender que la salud mental hace referencia a la integridad y al adecuado funcionamiento de las capacidades cognitiva, afectiva, ejecutiva y relacional del ser humano. Pero, ¿Qué es la enfermedad psíquica?: Se hace referencia al conjunto de manifestaciones psíquicas perturbadoras de la vida de la persona o la de quienes le rodean. Por tanto, la enfermedad psíquica viene definida por sus consecuencias en la vida de las personas (La salud mental en el mundo actual, p. 82). Por tanto, es clave entender que la única manera de diagnosticar las enfermedades psíquicas, es por las consecuencias que causan en quienes las padecen y/o en quienes les rodean. Pero si las manifestaciones psíquicas de una persona no le causan problemas ni se los causan a los demás, no es posible, en la actualidad, hablar de enfermedad psíquica, porque la ausencia de indicadores objetivos de las enfermedades psíquicas es una limitación para hacer el diagnostico, pero no lo hace imposible o poco consistente.

En las últimas décadas, ha habido grandes avances en el conocimiento de la enfermedad psíquica, pero quedan aún bastantes cuestiones por resolver, particularmente en torno a las causas. Sin embargo, existen tres grandes grupos de factores causales: biológicos, psicológicos y sociales.

  • Factores biológicos: Representan las distintas variables implicadas en el funcionamiento del sistema nervioso (neuronas, sinapsis, circuitos, neurotransmisores, etc.), algunas de las cuales están genéticamente condicionadas.
  • Factores psicológicos: Corresponden a las características psíquicas de la persona (cogniciones básicas, estilo cognitivo, afrontamiento, atribuciones, estados de ánimo, control de las emociones, gratificaciones, patrón de conductas, etc.) y al perfil de personalidad que configuran. También se incluyen hechos o experiencias de la historia personal o trayectoria biográfica de la persona. Quizá algunas experiencias son comunes a otras personas, pero en su aspecto vivencial y subjetivo son absolutamente personales y únicos.
  • Factores sociales: Están constituidos por las variables culturales, sociopolíticas, económicas y, muy especialmente, coyunturales del entorno de cada persona: sistema de valores, mensajes sociales, modelos, recursos y apoyos, educación, conflictividad, eventos, etc.



¿Somos esclavos de nuestro pasado?

Es evidente que las experiencias contribuyen a configurar nuestro modo de ser, es decir, lo sucedido en el pasado tiene alguna relación con el presente. Sin embargo, las experiencias no influyen del mismo modo ni de la misma manera en todas las personas, porque no se trata de inferir un determinismo en el que se sostenga que el ser humano está condicionado y determinado por su pasado o por sus experiencias previas, hasta el punto de considerarle literalmente “esclavo de su pasado” y ver en los sucesos tempranos toda o gran parte de la explicación de su conducta presente. Por este motivo, pensamos que cada persona desde su libertad y ámbito personal, vivencia sus distintas experiencias y, en consecuencia, surgen también distintas causas que muchos llamamos “heridas”, las cuales hacen referencia a un tema de aceptación y enfrentamiento de dichos acontecimientos.Además, existen algunas diferencias individuales en cuanto al grado de vulnerabilidad, las cuales marcan diferencias en la manera de ser de cada uno. Por ejemplo, la capacidad de resistencia y recuperación frente a situaciones traumáticas, se le llama resiliencia o capacidad resiliente. Este concepto está adquiriendo interés, tanto con relación a situaciones traumáticas concretas, como en el fomento de recursos de prevención y protección. De esta manera, las personas se diferencian no sólo en las experiencias que tienen (vivencias), sino también en el grado de “afectación” (resiliencia).

Ahora, un tema importante en la historia del ser humano y también en su salud mental, son los estilos y pautas educativas. Éstos tienen gran relevancia enforma directa y sostenida en el proceso de configuración para percibir el mundo durante períodos de especial sensibilidad. Así, las pautas educativas influyen en el modo en el que el niño y, más tarde el adolescente, concibe el mundo y las personas que le rodean; interpreta sus claves; encuentra un sentido al tiempo, y adopta una actitud ante todo ello.

Sobre el diagnóstico:

Domínguez afirma que “no tiene discusión el enorme valor nosológico y orientativo de los diagnósticos propuestos por el DSM y del CIE-10, pero es necesario llamar la atención sobre el peligro cosificante que puede ocasionar una mala interpretación de su contenido” (p. 165).

De esta forma, las clasificaciones nosológicas buscan y pretenden otorgar un diagnóstico preciso en los ámbitos médicos, por ejemplo. Pero en el ámbito de la psicología, no es necesariamente tan eficaz, porque es importante entender que los diagnósticos, aun buscando criterios científicos y objetivos, no dejan de ser convenciones de grupos de personas que diseñan los manuales diagnósticos y están sometidos a creencias subjetivas e influencias históricas, lo cual explica el continuo cambio de consideración de ciertas patologías e, incluso, la aparición o desaparición de algunas. Por eso es que en diversas épocas, las patologías se presentaban sucesivamente e, incluso, estuvieron de moda, tales como el histerismo, neurosis sexual, complejos de inferioridad, entre otros, hasta llegar a la depresión o bipolaridad de nuestros días.

Domínguez también hace énfasis en el hecho de tener una mirada integral y amplia del ser humano, buscando la verdad sobre sí mismo. Sin embargo, no es extraño que en la medida en que un psicoterapeuta está más cerrado o radical en la forma de profesar su escuela o corriente de intervención, tenderá a encontrar aquello que está preparado para encontrar, y verá sólo aquellas cosas que espera ver (Domínguez, p. 167). Además, no podemos dejar de mencionar los esfuerzos en la psicología contemporánea, porque la nosología no sólo es teórica, sino fenomenológica, es decir, se encuentra más definida por criterios objetivos, como la estadística y la genética. Por este motivo, se hace necesario evitar cosificar a la persona y mirarla como ser humano desde una visión integral. Es decir, el hecho de mirar a la persona como “un caso típico” o una “cosa dañada” es absolutamente reductivo. A este respecto, el empleo sistemático de “etiquetas” pretendiendo con ellas agotar la comprensión de la persona y su situación, supone una despersonalización y una excusa justificada para que la persona afectada continúe repitiendo su conducta inadecuada, disfuncional o patológica. Además, si sólo se acude a la etiqueta nosológica, la persona quedaría enmascarada y no se atenderían sus fortalezas, potencialidades, virtudes y capacidades positivas, que son las que hay que favorecer para que se ponga en camino una existencia plena y feliz.
Por otro lado, los manuales son una herramienta, un instrumento para dar claridad en el ámbito clínico y, no buscan otorgar una visión integral o total de la persona. También, al interior de este contexto se puede comprender la importancia de la tarea que nos corresponde desde la visión integral del ser humano. Si bien la idea es evitar psicopatologizar a la persona, por otro lado sabemos que hay patologías claras, es decir, hay cosas que no son normales y se debe encontrar qué le sucede a la persona.

4. ¿Cómo lograr una Vida Reconciliada?

4.1. ¿Qué es la vida?


El término vida no siempre significa lo mismo, es decir, no es unívoco, porque se habla de vida vegetal, animal, humana, divina, intelectual, espiritual, afectiva, etc. Ahora, en el latín es donde se encuentra el origen etimológico de la palabra vida. Concretamente procede del vocablo vita, que a su vez emana del término griego bios. De esta forma, “Bios y Vita” significan vida.

No obstante, el concepto vida es abstracto y, en ocasiones se encuentra extraído o relacionado con vivir. Asimismo, este término se refiere al conjunto de actividades realizadas por parte de seres humanos llamados “vivientes” (Monge, Medicina Pastoral, p. 66).

Sabemos que existe una enorme variedad de seres vivos, dese los que constan simplemente de una sola célula, hasta aquellos que están bien formados, como es el caso del organismo humano, por millones y millones de ellas. Sin embargo, el concepto vida no se aplica a un virus que crece en un árbol o un caballo, porque los seres vivos están clasificados de acuerdo con la complejidad de funciones que pueden ejercer, y usamos como punto de referencia o vértice dirá Natalia López, la vida biológica humana. Pero, ¿qué es lo propio de la vida humana? ¿Cuál es la situación del hombre en el orden de los seres vivos?

Para dar respuesta a las preguntas generadas con anterioridad, es importante decir que cada ser humano, cada hombre, cada persona, tiene una vida humana, una biografía y una historia personal que trasciende y que no puede ser reducida a su vida meramente biológica. Debido a que sabemos que el hombre es unidad inseparable, invitado a la trascendencia, a la perfección y a la felicidad y también reconocemos al ser humano como un ser contingente, limitado, necesitado de alguien o de otros; en ese contexto lo reconocemos como criatura divina, como hijo de Dios, creado a imagen y semejanza del creador e invitado a participar de la naturaleza divina. Es decir, está invitado “a ser como Dios”, en el sentido de plenificar su vida, amando y sirviendo. Está invitado a vivir feliz en el amor y la donación a los demás, y para fomentar la capacidad de actuar como persona, deberá alcanzar un proceso temporal psíquico-orgánico, en un desarrollo físico, desde la concepción hasta la muerte, y aunque, en distintos momentos y situaciones de su vida no está capacitado para actuar como persona, no deja por eso de serlo.

Enrique Rojas en su libro La Ilusión de vivir, dice que toda vida es una promesa y un misterio. Promesa, en tanto que posibilidad de llegar algún día a alcanzar ciertas metas, de acuerdo con las posibilidades que cada uno presenta: tratar de sacar lo mejor, esperar resultados, y en una palabra, aprender a ver lo que el futuro nos va deparando. Mientras que el Misterio representa cualquier trayectoria biográfica que está repleta de ángulos, laderas, vertientes, zonas intransitables que son difíciles de comprender en su totalidad, y que van dejando un cierto rastro de nexos -a veces deshilachados- con escasa continuidad (p. 23, 24).

Por último, en la actualidad se logra apreciar muchas personas “rotas” e infelices. Hoy vemos mucha gente triste, ansiosa, deprimida e infeliz, y nuestra sociedad actual, dice Rojas, está neurótica, está psicológicamente enferma, lo cual no quiere decir que no existan muchas cosas buenas, positivas y enriquecedoras.

4.2 ¿Qué es la Reconciliación?

Iniciemos planteando algunos interrogantes para desarrollar el tema de la reconciliación: ¿Por qué hablar de reconciliación? ¿Por qué  es importante vivir la reconciliación?
La palabra reconciliación nos remite inmediatamente a quien es capaz de recomponer lo quebrado. La reconciliación con Dios es la primera, se podría decir que es la fundamental y fondal. De ella surgen los otros niveles de reconciliación: con uno mismo, con los demás y con la naturaleza o con el mundo también se dice.

La reconciliación supone, en primer lugar, superar la radical ruptura que es el pecado, origen y raíz del mal y conflicto en el mundo. Posteriormente, si nos miramos a nosotros mismos, nos vamos a dar cuenta que somos seres contingentes y limitados. También vamos a descubrir que por más que anhelamos estar cerca de Dios, hacer las cosas bien, estamos “rotos”, partidos. Es, decir, en palabras de San Pablo: “No hacemos el bien que queremos. Hacemos el mal que no queremos”. De esta manera, Tú y yo vivimos la ruptura y es por ello que necesitamos reconciliarnos. Se trata entonces de reunir lo separado para recomponerlo y, en vista de que el hombre vive alienado, despersonalizado, enajenado y fuera de sí, el mundo vive una crisis de valores. Así que por debajo de los males y conflictos de la sociedad, hay una herida profunda y fundamental en el hombre mismo, origen de toda ruptura: el pecado. Esa es la ruptura central y fundamental que tiene que ser sanada y reconciliada. Además, la tarea de los psicólogos consiste en ayudar a sanar y reconciliar las heridas emocionales, afectivas, psicológicas, psico-espirituales, de manera que el hombre se abra a vivir una existencia libre, virtuosa y reconciliada.

4.3 Vida Reconciliada:

Todo ser humano está invitado a abrirse al don de la reconciliación en su vida; toda persona está invitada a una vida feliz y reconciliada, porque somos seres para el amor, para el encuentro y la comunicación profunda. Por lo que no somos seres para la muerte y el odio, sino que estamos invitados a avanzar en nuestra aceptación y reconciliación personal. Así que dedicamos toda la vida a buscar la felicidad y no siempre se encuentra, debido a que, en ocasiones el hombre se equivoca de camino, e incluso podríamos decir que arrastra errores del pasado, heridas no sanadas, hechos no aceptados y no reconciliados.

Cuando la salud mental hace referencia “al equilibrio armónico entre las diferentes funciones psíquicas”, se está refiriendo a que el hombre o la persona, viva una existencia sana y reconciliada. Para ello es fundamental el conocimiento personal, así como el trabajo en la reconciliación de su vida y de su historia personal. También la salud mental hace referencia a la integridad y adecuado funcionamiento de las capacidades cognitiva, afectiva, ejecutiva y relacional del ser humano. Por medio de la capacidad cognitiva, la persona conoce y juzga el mundo que lo rodea; por medio de la capacidad afectiva, introduce emociones en su vida convirtiéndolas en auténticas vivencias; la capacidad ejecutiva es la que permite llevar a cabo una acción de acuerdo con lo que se conoce y las vivencias que se tiene; la capacidad relacional aporta recursos y estrategias para moverse adecuadamente en el ámbito social.
Cabanyes, en su libro La salud mental en el mundo actual, dice que: “La integridad y normal funcionamiento de todas estas capacidades no solo hace referencia a la salud mental, sino que tiene consecuencias directas sobre una característica esencial y definitoria del ser humano: la libertad”. (p. 74).

De esta manera, en el Centro Areté tenemos una oración dirigida a uno de nuestros santos patrones: “Pablo de Tarso” que dice que interceda por nosotros para que podamos avanzar en el noble combate por vivir una existencia virtuosa. Es decir, una existencia virtuosa implica una vida que busque la reconciliación consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y el creador. Está es una tarea de toda la vida; para cualquier ser humano. Para el psicólogo, para el psiquiatra, para el paciente o asesorado, para toda persona humana.

Ahora bien, el hecho de que hablemos de la virtud y de la reconciliación no significa que seamos los más virtuosos y reconciliados; quiere decir que todos los días renovamos lo que decimos en la oración; que la existencia virtuosa se construye en el día a día, es una lucha, un combate, una aventura; implica un esfuerzo diario y cotidiano. Es un camino incluso con muchas caídas puesto que somos débiles y frágiles. La actitud areteica y virtuosa es levantarse una y otra vez; pedir perdón, aceptar con humildad nuestros defectos y seguir corriendo, seguir avanzando en el noble combate del cual nos habla San Pablo.

5. Conclusiones:

El psicólogo, el orientador familiar, el consejero espiritual, el docente, el animador de una comunidad, el psiquiatra, todos nosotros estamos invitados a vivir una existencia sana, virtuosa y reconciliada, para garantizarla salud mental, la cual posibilita una vida reconciliada. Además, y el hecho de esforzarnos por vivir la reconciliación en nuestras existencias, nos conduce a la salud mental.

La salud mental y la vida reconciliada implican madurez psicológica, la cual nos llevará a una vida madura y feliz.En la medida en que cada uno de nosotros viva una existencia sana y reconciliada, vamos a poder transmitir salud mental y vida reconciliada. También nos convertiremos por gracia de Dios en antorchas vivas de amor, virtud y reconciliación.
“La madurez psicológica supone, en primer lugar, lograr el máximo desarrollo de las facultades psíquicas, mediante la acción externa o conducta y la acción interna de esas facultades. Supone, en segundo lugar, lograr el orden o conjunción, o, como se acaba de decir más arriba, el equilibrio o armonía entre todas esas facultades, lo que el humanismo clásico denominó armonía del alma.”(Sarrías, Madurez Psicológica y Felicidad, p. 27).

Humberto Del Castillo Drago
Psicólogo
Director General de Areté

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