Articulo

Psicoterapia de la Reconciliación

Basta dar una mirada sencilla a la vida del hombre contemporáneo, para descubrir que se encuentra en una desarmonía y ruptura interior, producto de múltiples heridas afectivas generadas tras hechos o circunstancias que han sido significativos a lo largo de su existencia dejando un profundo dolor o secuelas en el presente, como lo son los efectos de la guerra, una familia con patrones de crianza disfuncionales, la muerte de un familiar o personas cercanas, una ruptura sentimental, entre otras situaciones. Para ello, la Psicoterapia de la Reconciliación (PR) como modelo de intervención clínico desarrollado por los miembros del Centro Areté, ubicado en la Ciudad de Medellín-Antioquia, ha querido responder a situaciones vitales o lo que se llama en la PR heridas afectivas, que han marcado la vida de la persona.

Para ello resulta importante desarrollar el término Heridas afectivas.

Heridas afectivas

Descomponiendo el concepto la palabra herida viene del griego «tráumatus: traumatizar»que alude a la generación de una herida física o psicológica, entendiendo que la palabra trauma se utiliza para referirse al componente psíquico y traumatismo para el componente físico, la Real Academia Española define una herida como “aquello que aflige y atormenta el ánimo”(p. 102).

Ahora bien, presentaré una breve descripción de lo que puede entenderse por afectividad, para luego dar una definición general del concepto “herida afectiva”. Enrique Rojas (2004) define la afectividad como:

El modo en que somos impactados internamente por las circunstancias que se producen a nuestro alrededor. Es en la intimidad de la persona donde esto resuena, en la sacralidad de cada uno. La afectividad es un universo emotivo formado por un sistema complejo de sentimientos, emociones, pasiones, motivaciones, ilusiones y deseos (p. 45).

En relación con lo anterior, puede decirse que la afectividad es la resonancia que tiene en nuestro interior los hechos o experiencias por las que pasa una persona, constituido por todo un sistema emotivo y motivacional.

Por tanto, una herida afectiva puede entenderse como un estímulo o acontecimiento fuerte que altera todo el componente afectivo de la persona. Esta afectación produce un daño en las dimensiones de la persona (mente-cuerpo-espíritu), ligada a acontecimientos en la historia personal producen un marcado dolor y sufrimiento. Las heridas pueden darse por falta o por exceso, es decir, por la no satisfacción de la necesidad afectiva o por la satisfacción exagerada de esta; por la falta de atención o por la sobreprotección (Del Castillo, 2016).

De allí que puede inferirse que una inadecuada satisfacción de la necesidad afectiva puede producir heridas en esta esfera, que si no se cuenta con los recursos psíquicos necesarios, apoyo social y/o familiar, capacidad de resiliencia o de restablecimiento adecuados para afrontarlas, pueden traer problemas y graves afectaciones a la persona, por ejemplo, desde la infancia, podrían ayudar a la formación de creencias y actitudes disfuncionales que sientan en muchos casos las bases para la conformación de un tipo de patología y que esta a su vez alteran las diversas áreas de la vida de la persona, tal como se pronuncia Salgado (2014) al manifestar que «existe un gran vacío existencial y carencias afectivas que se traducen en una mayor prevalencia a nivel mundial de cuadros como la ansiedad, la depresión y estrés que lamentablemente forman parte de la vida, desde edades muy tempranas» (p.123).

Todo lo anterior, explica que actualmente las heridas afectivas sean una de las causas por la cual muchas personas asistan a consulta psicológica; es por ello que nace la necesidad de abordarlas, identificarlas, trabajarlas, aceptarlas, desde una apertura a la Reconciliación (propuesta central de este tipo de intervención), sobre ello Bejarano (2008) refiere que la Reconciliación

Funge al modo de un proceso de cicatrización, en el que el dolor ha pasado y el sitio de la herida puede palparse sin problema; en efecto, el recuerdo de la experiencia dolorosa o traumática permanece, pero la representación de lo sucedido no logra penetrar la intimidad, ni generar malestar (p.116)

Es decir, que aunque existen acontecimientos que no se pueden cambiar, la Reconciliación permite resignificar, aceptar, sanar y asimilar lo vivido y es a ello a lo que se intenta dar respuesta por medio de la Psicoterapia de la Reconciliación.

Basada en nueve principios la PR parte de una visión específica del ser humano como unidad Bio-Psico-Espiritual, y haciendo uso de herramientas y técnicas psicológicas concretas, esta psicoterapia pretende que el consultante tenga una apertura al conocimiento de sí mismo, a la aceptación personal, el perdón y la reconciliación.

9 Principios de la Psicoterapia de la Reconciliación

1. El ser humano es una unidad Bio-Psico-Espiritual.

2. La persona es un ser único e irrepetible, libre, dialógico, que desea amar y ser amado.

3. La persona está invitada a hacer de su propia vida una existencia virtuosa.

4. La persona necesita apoyarse en el conocimiento de sí mismo, en la realidad y en los otros para descubrir que su vida tiene un determinado para qué, un sentido existencial que está llamado a realizar.

5. Centra su intervención abordando esferas fundamentales de la persona tales como: la valoración, la aceptación, la afectividad, reconciliación, conocimiento personal, entre otras

6. Busca que la persona descubra y avance en la reconciliación consigo mismo, con los demás, con el mundo y su parte espiritual.

7. Orienta su atención a que la persona conozca y acepte la herida y/o malestar psicológico manifestado en su historia personal.

8. Busca que la persona se responsabilice de su propio proceso por medio de un vínculo terapéutico auténtico, empático y directivo.

9. Centrándose en el presente articula elementos del pasado de la persona para realizar la intervención psicológica.

Desde este trabajo, se plantea la realización de una Psicoterapia profunda de Reconciliación; la cual es entendida como el proceso de volver a unir, reanudar y reconstruir en la medida de lo posible a su propia historia. El objetivo que persigue entonces, es que la persona se abra al conocimiento de sí, a la aceptación tanto personal como a la historia de vida, al perdón y la reconciliación para de esta forma lograr la reunificación de la persona, que se va a reflejar en todas sus dimensiones y áreas personales.

Este proceso se realiza mediante la modificación o resignificación tanto de creencias, esquemas, bloqueos en ciertos ciclos, entre otros, y llegar con esto a la identificación y la sanación de las heridas afectivas que puede poseer la persona.

Se trata de ser cooperadores activos en la terapia y de proporcionar elementos, para que la persona logre conocerse a sí misma, lo cual implica que reconozca y acepte tanto sus limitaciones o dificultades psicológicas, físicas, espirituales, así como los recursos personales que posee, los que serán usados posteriormente como herramientas en el trabajo terapéutico y que ayudará a reconciliar tanto su pasado como su presente.

Fases de intervención de la Psicoterapia de la Reconciliación

A continuación, se describiré brevemente las tres fases de intervención que propone la PR, es importante  señalar que no son fases rígidas, debido a la necesidad de  adecuar los procesos a las necesidades de la persona y no la persona a los procesos.

1) Primer momento (vínculo terapéutico, evaluación, diagnóstico y reducción de síntomas)

Para el Psicoterapeuta de la Reconciliación, el vínculo terapéutico, es el primer paso y es de vital importancia para cumplir el objetivo del tratamiento, convirtiéndose en la mejor herramienta para que ambos caminen de la mano hacia la meta en común; siendo importante en todo momento mantener el respeto por la individualidad y libertad del otro.

En esta primera fase, es necesario realizar una evaluación (tanto del estado mental, de las diversas áreas personales)  y de esta forma reconocer los síntomas y si se diera el caso, la identificación de un trastorno. En este momento, también se exploran los recursos personales de quien consulta, los cuales van a ser útiles durante el proceso y que serán también herramientas de cambio.

Generalmente las personas que acuden a consulta presentan síntomas que generan malestar significativo y que en esta primera fase son importantes reducir, dado que de esta forma se permite a la persona avanzar a un nivel intermedio de intervención y focalizarse en resolver problemáticas más profundas.

Para finalizar este momento, se tiene una hipótesis diagnóstica, objetivos terapéuticos (elaborados conjuntamente con el consultante), un plan de tratamiento global (si es necesario se incluye a un equipo multidisciplinar).

2) Segundo momento

Durante este momento, se busca continuar trabajando los objetivos terapéuticos propuestos desde la fase anterior. En cada sesión se buscan objetivos a trabajar guiados por los objetivos globales del tratamiento y según la evolución de la persona. Sigue siendo fundamental la relación terapéutica.

Basado en el presente, se hace una identificación y modificación de lo que ha generado la sintomatología del paciente, para algunas corrientes será basado en las creencias o esquemas, situaciones inconclusas, etc.

Hasta acá llega la psicoterapia convencional, abriendo a un tercer paso. El objetivo de la psicoterapia no es eliminar una corriente u otra, sino que basados en lo que pueda servir a la persona  hace uso de diversas técnicas y protocolos según sea el caso.

3) Tercer momento: Reconciliar Heridas Afectivas

Una vez habiendo reducido los síntomas, teniendo la persona mayor estabilidad emocional, se puede adentrar en una psicoterapia profunda, llamada así porque no sólo se queda trabajando el síntoma o molestias presentes, sino que se profundiza en ciertas etapas de la Historia Personal según sea el caso (Por medio de diversas estrategias como: línea de vida, cuestionario de historia personal, autobiografía, entre otras) , lo cual en la mayoría de los casos lo llevará al reconocimiento de sus heridas afectivas. Una vez reconocidas, se inicia el proceso de aceptación, para buscar el perdón y finalmente alcanzar la reconciliación.

Cabe señalar que si bien se ha encontrado valoraciones positivas por parte de las personas que realizaron un trabajo de Reconciliación de Heridas Afectivas, una forma del terapeuta evaluar este momento es por medio de la  ficha de reconocimiento de la herida, e indagar si el hecho que originó la herida o las consecuencias lo afectan actualmente,  a nivel emocional, cognitivo, entre otros. Además es necesario profundizar en que las personas que realicen este proceso, son personas que deben tener un estado de conciencia alerta, no poseer ningún retraso en el aprendizaje que sea significativo, ni estar bajo los efectos del alcohol o sustancias psicoactivas.

En síntesis, se ha buscado desarrollar en este apartado, de una forma breve la propuesta de una intervención clínica, que está en etapa de gestación, cuyas bases antropológicas son católicas, pero que esto no limita su intervención en población no practicante o no creyente.

La terapia concluye finalmente en un acompañamiento donde se da pie al descubrimiento de facultades, potencialidades y cualidades de la persona que la ayuden a vivir la virtud, entendida esta última como camino que lleva al hombre a ser la mejor versión de sí mismo.

Finalmente cabe aclarar, que las fases anteriores no se dan de manera rígida, sino que el curso y duración de la PR dependen principalmente del caso y proceso del consultante.

Relación terapéutica

En cuanto a la relación terapéutica es importante considerar que la Psicoterapia de la Reconciliación mira a sus consultantes desde una posición particular, auténtica y única, la cual influye en los objetivos terapéuticos que se llevan a cabo dentro del proceso. Dicha visión antropológica permite que el proceso terapéutico y la formación de la empatía entre el consultante y el terapeuta se fortalezca, para facilitar el cambio durante las sesiones de terapia.

El terapeuta podrá brindar un vínculo empático, en el que ayude a la persona a conocerse y aceptarse, de manera que logre abrirse al don de la reconciliación (Del Castillo, 2016). De este modo, el vínculo de un Psicoterapeuta de la Reconciliación con la persona que atiende debe basarse en la escucha activa, la vivencia de los silencios, y de la virtud. Por otro lado, en el Centro Areté se tiene en cuenta la objetividad y subjetividad del consultante, además de tener una disposición hacia el otro no como un síntoma, sino como una persona que necesita ayuda, con un dolor específico que debe trabajar, aceptar y reconciliar en su historia de vida.

Humberto Del Castillo Drago
Psicólogo
Director General de Areté

Referencias:

Bejarano, J. (2008). Reconciliación como perdón una aproximación a partir de Hannah Arendt. Praxis Filosófica, s.v (26), pp 111-129.

Del Castillo, H. (2016). Reconciliación de la historia personal (2da Edición). Medellín: Areté: Centro de Desarrollo Integral de la Persona.

Real Academia de la Lengua Española. (2014). Diccionario de la Lengua Española. 23ª edición. Recuperado de http://dle.rae.es/?w=diccionariohttp://dle.rae.es/?w=diccionariohttp://dle.rae.es/?w=diccionariohttp://dle.rae.es/?w=diccionariohttp://dle.rae.es/?w=diccionariohttp://dle.rae.es/?w=diccionario

Rojas, E. (2004). Los lenguajes del Deseo. Madrid: Planeta.

Salgado, A. (2014). Revisión de estudios empíricos sobre el impacto  de  la  religión, religiosidad  y  espiritualidad  como factores  protectores. Propósitos y Representaciones, 2(1), 121-159. doi: http://dx.doi.org/10.20511/pyr2014.v2n1.55

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