Articulo

¿Qué es la sexualidad?

Que es la sexualidad

Siguiendo a González-Rico (2009), la sexualidad se define como:

Una dimensión de la persona que le permite ser y estar en el mundo como hombre o mujer necesitados de amar y ser amados. Es decir, poseemos un cuerpo diferente que, en algunos aspectos, funciona de modo distinto- y un modo de percibir la realidad, matizada por este hecho. Somos personas sexuadas y no hay nada que marque tanto nuestra existencia como ese dato, un proceso que comienza en la fecundación y termina con la muerte (p. 45).

La sexualidad es un aspecto constitutivo de la persona, una dimensión básica de la persona humana, innegable e irrenunciable. Adicionalmente, forma parte del entramado psico-biológico-espiritual de todo ser humano, por lo que no hay nadie que carezca de dimensión sexual ni mucho menos que pueda prescindir de ella. 

El documento Orientaciones educativas sobre el amor humano (1983), afirma que el modo de vivir la sexualidad es un elemento básico de la personalidad porque: “Es un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, de expresar y vivir el amor humano. Por eso, es parte integrante del desarrollo de la personalidad y de su proceso educativo” (4). De manera que las emociones y los sentimientos más íntimos del ser humano y su expresión en la mirada, en el tono de voz, en el gesto, en la expresión del rostro, de las manos, “hablan”, se manifiestan en su cuerpo, en su cuerpo sexuado. De manera que, la sexualidad abraza todos los aspectos de la persona en la unidad inseparable: bio-psico-espiritual, así como su inteligencia, afectividad y voluntad, su capacidad de amar y de procrear.

En este contexto se considera importante seguir a Moya Corredor (2007), cuando propone que:

El sentido correcto de la sexualidad debemos buscarlo en la naturaleza del hombre: en lo que el hombre y la mujer son en sí mismos, en el sentido de sus vidas, en el fin para el que hemos sido dotados de la atracción sexual y la capacidad de querer y engendrar (p. 19).

Congruentemente con lo anterior, la sexualidad es un dinamismo difuso y operante en todo el ser de la persona que impregna todas sus facultades y actividades. De ahí que el ser humano, más que tener un sexo, es un ser sexuado. A este respecto, Olivera (2007) afirma que: “La sexualidad es una condición fundamental de nuestras vidas personales; ella configura nuestro ser, estar y obrar como personas humanas; nuestro pensar, querer, sentir, el mismo crecer, amar y esperar se expresan según una forma de individualización sexuada” (p. 22).

El autor mencionado distingue tres niveles en la realidad unitaria de la sexualidad:

  • En la sexualidad primaria se implica varios aspectos, entre ellos, la configuración masculina y femenina de su ser personal y corporal, el deseo y la orientación propia del varón hacia la mujer y de ésta hacia aquél. Además, los comportamientos naturales y culturales propios de cada uno de los dos sexos y la percepción de toda la realidad con ojos masculinos o femeninos.
  • Luego, en la sexualidad afectiva están implicados los sentimientos sexuados, con mayor o menor presencia del deseo interpersonal, o eros, que tienden hacia o incorporan algún tipo de intimidad.
  • Por último, en la sexualidad genital, se distinguen fantasías y comportamientos genitales. Las fantasías se sitúan originalmente en la imaginación y la afectividad con resonancia consecuente en los órganos genitales; los segundos están destinados a actuar directamente en la apetencia sexual.

La vivencia particular de la sexualidad femenina es distinta a la masculina, por esto se dice que la mujer suele tener más necesidad de contacto corporal. No obstante, su necesidad de relaciones parece ser menor que la del hombre, debido a que, si bien para ella la genitalidad es un aspecto más de la relación y de la intimidad, lo más importante es la relación y la posibilidad de trascendencia que la relación posibilita para sí misma. Es evidente entonces que los dos sexos son complementarios, en sus tres dimensiones: bio-psico-espiritual, así que cada uno de ellos tiene y es lo que el otro no tiene y no es.

De acuerdo con el Consejo Pontificio para la Familia, Sexualidad Humana, Verdad y significado (1995), se debe tener en cuenta que:

La sexualidad tiene como fin intrínseco el amor; más precisamente el amor como donación y acogida, como dar y recibir. La relación entre un hombre y una mujer es esencialmente una relación de amor. Cuando dicho amor se actúa en el matrimonio, el don de sí expresa, a través del cuerpo, la complementariedad y la totalidad del don; cuando por el contrario falta el sentido y el significado del don en la sexualidad, se introduce una “civilización de las cosas y no de las personas”; una civilización de placer, la mujer puede llegar a ser un objeto para el hombre, los hijos un obstáculo para los padres (1995, numeral 11).

Desde la mirada integral del ser humano a partir de una antropología adecuada, se entiende que la sexualidad está orientada a expresar la vocación del ser humano al amor. Por ello, se dice que tiene una función unitiva. En este contexto, la sexualidad expresa al ser humano, expresa su afectividad, su personalidad y su ser más íntimo en la medida en que manifiesta la capacidad de amar de la persona.

También la sexualidad está orientada a la fecundidad, es decir, tiene un fin procreativo, fruto de esa capacidad de amar. Estos dos fines, el unitivo y procreativo, son inseparables. Sin embargo, no son pocos los que intentan separar lo afectivo de lo sexual, reduciendo lo sexual al placer por el placer, al gozo genital, etc. Adicional a esto, la tendencia actual es a querer separar el sexo del amor conyugal. 

Se recuerda que el principal teórico de la revolución sexual, Wilhelm Reich, propugnaba la ruptura de esos dos elementos mientras intentaba disociar el comportamiento sexual del amor conyugal o su finalidad procreadora. De manera que buscaba la disociación de la institución familiar para la construcción de una sociedad colectiva en el que el Estado sería el formador de valores culturales.

Siguiendo a Rojas (2010), hay que decir que: 

  1. Hoy se evidencia una verdadera idolatría del sexo. Este se ha instalado en el corazón de la sociedad, a impulsos de la pornografía y sus derivados.
  2. Se está viviendo en una sociedad neurótica en lo que al sexo se refiere. Es la ceremonia de la confusión, la apoteosis de la desilusión. Una sociedad que busca lo que escandaliza y fomenta lo que luego condena.
  3. La sexualidad no es algo puramente biológico, sino que es un placer ligado al cuerpo, desde lo más íntimo de la persona.

(Tomado de la 2da. Edición del libro Afectividad y Sexualidad en la Vida Cotidiana, versión electrónica, de la página 97 a la 99)

Deja un comentario